Con cada hijo que he tenido he experimentado más de cerca el amor de Dios, no sólo eso, sino que cada pequeño me ensancha el corazón y me hace querer y amar más, me hace entregarme de nuevo por completo, sin reservas y cada uno me ha hecho crecer de una manera diferente y muy especial y al mismo tiempo he experimentado que mientras más, más los disfruto. Claro, es cansado y requiere de esfuerzo, de organización, muchas veces de ayuda exterior y por supuesto mucha ayuda de Dios.
A pesar de todo veo con mucha tristeza el cambio que hemos tenido como sociedad hacia los hijos y sobre todo la aversión que se genera ahora al pensar en una familia «grande» (más de dos hijos). Me he encontrado gente «mayor» que se sorprende y me tiene «lástima» por tener tantos hijos, gente de la generación de mis papás que trata de comentarme que existen métodos para no tener hijos y muy variados por cierto, bueno, los más jóvenes sólo me ven con ganas de decir: «que loca».
Quiero decirles a todas aquellas personas, que aunque les duela, les extrañe o incluso les ofenda, mi esposo y yo hemos decidido tener a cada uno de nuestros hijos. No fueron accidentes, ni llegaron por «ignorancia», por imposición, locura, irresponsabilidad. Llegaron por amor y porque Dios quiso confiarnos a cada uno, para una misión específica en este mundo, para una misión de amor, que va mucho más allá de la vida que hay aquí; para enriquecer a nuestra familia, para enseñarnos nuevas cosas todos los días y para ayudarnos a ser generosos.
Antes de casarnos pensábamos en tener una familia grande, con muchos hijos. Pensábamos que el fruto de nuestro amor sería grande y que también tendríamos que ser lo más generosos posible. Sabemos que tenemos responsabilidades y que tenemos que ser objetivos con nuestras capacidades como personas, como pareja y como padres para poder educar, amar y enseñar los valores cristianos lo mejor posible a nuestros hijos.
Debo confesar sinceramente que me enoja y molesta que la gente piense que los hijos son una especie de maldición, que cómo se nos ocurre tener tantos o tan seguido y sobre todo que al final siempre exista la pregunta de ¿y ya? o ¿cuántos más? acompañada de una mirada acusadora o burlona. Yo creo que nadie debería tener derecho a preguntar acerca de una decisión que compete solamente a una pareja y a Dios, hasta creo que por educación o delicadeza debería ser algo que uno no debería preguntar.
Lo siento por aquellos que creen que los hijos son un contaminante para el planeta, una causa de molestia y cansancio extremo para una pareja, una cosa terrible para la salud de la mujer y para su desarrollo como persona. Una carga económica insostenible.
Puede ser algo muy difícil, definitivamente es un reto para mí como persona, para nosotros como pareja, pero como decía al principio mis hijos son para nosotros fruto del amor, son personas que han llegado a enriquecer nuestras vidas, que nos han llenado de alegrías, de retos, de amor. Gracias a ellos nos cuestionamos cada día que pasa, en qué podemos ser mejores personas para poder ser mejores con ellos como padres. Vemos a veces reflejado en ellos nuestras debilidades y flaquezas y eso nos ayuda y nos invita a tratar de crecer y de cambiar. Nos ayudan a querer estar más cerca de Dios porque nos damos cuenta de lo frágiles que podemos ser y que definitivamente no todas las cosas están en nuestras manos.
Creo que todos deberíamos alegrarnos sinceramente de una nueva vida. Entiendo que pueda haber circunstancias más difíciles que otras, pero cuando pensamos en una familia ¿porqué no alegrarnos? en lugar de estar pensando en tantas cosas que ni nos competen.
¿Qué mundo estamos construyendo? ¿qué mundo queremos? a veces creo que se nos olvida que solamente estamos aquí de paso, y no pensamos que realmente nos debemos esforzar por hacer lo mejor posible de nuestras vidas…cuidar las cosas que Dios nos dió, por supuesto, valorar la vida, ser agradecidos y sobre todo amar, amar sin medida.
Que mi vida seguramente será algo cansada, que tendré que tomarme muchas molestias y tendré más preocupaciones que otros padres con familias más pequeñas…si, seguro, pero no me arrepiento de ninguno de mis hijos y doy gracias a Dios porque tuve la oportunidad de tenerlos, son realmente especiales, únicos y maravillosos. Para aquellos que crean que es una mala idea y opinan muy diferente, les pediría menos crítica y más oración porque la necesitamos, la ayuda de Dios será lo más necesario durante toda nuestra vida. Muchas gracias.